lunes, 24 de junio de 2013

La relación entre la música de tradición oral y la mujer rural en la villa de Almogía



La mujer rural de la villa de Almogía, a lo largo de los primeros tres cuartos del siglo XX, ha permanecido fuertemente unida desde su infancia a la música. En su vida, ésta no sólo ha conformado un divertimento estético o un elemento de distracción, sino que ha acompañado su día a día incluso mientras realizaba sus labores domésticas. Así, el repertorio que hasta la actualidad ha sobrevivido, siendo ella misma la encargada en preservarlo, consta de coplas religiosas, danzas de cortejo, romances y canciones de carnaval, entre otros géneros. Bajo este legado no solo subyace la idiosincrasia de un pueblo, sino también la confesión de un mensaje evasivo, un canto reivindicativo que ansia libertad en una época en la cual era tan difícil de hallar.


Conferencia a cargo de Alejandro Gómez Villanueva
Viernes 28 de junio de 2013 a las 20:00h.
Salón de Plenos del Excmo. Ayuntamiento de Almogía

sábado, 22 de junio de 2013

Antonio Arrabal Trujillo (Cateno), destino - Upington (Sudáfrica)



  * Ver álbum de fotos al final del artículo.

Me llamo Antonio Arrabal Trujillo, y los vecinos de Almogía me conocéis como Antonio “Cateno”. Acepté gustoso la petición que esta asociación cultural de nuestro pueblo, ACTÚA, me hizo para que os contara mis experiencias y las razones de mi marcha a trabajar al lugar donde me encuentro: UPINGTON (SUDÁFRICA).

-¿Por qué te fuiste?
Estaba trabajando en Baeza y sólo me quedaba un mes de trabajo allí. Un día, mientras estaba en la playa con mi familia en agosto, esperando que empezara un Real Madrid-Barcelona, me llamó mi jefe de grupo y me dijo que tenía un nuevo trabajo para mí. Él ya estaba haciendo las maletas, pero si me animaba esperaba contar conmigo en esta nueva aventura. Nos iríamos a Sudáfrica. Como comprenderéis a partir de oír eso, todo pasó a un segundo lugar. Ni recuerdo qué pasó con el partido de fútbol. Mi cabeza no paraba de darme vueltas y me sentía desconcertado. Sin embargo, tras consultarlo con mi mujer y gracias a su apoyo y comprensión, esa misma noche llamé a mi jefe para confirmarle que me iba con él y una semana más tarde ya estaba en Sudáfrica. Me saqué el pasaporte y estuve volando desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde del día siguiente. Fue un día muy, pero que muy largo. De Málaga pasando por Madrid, llegué  a París y de allí a Johannesburgo. Ya estaba en Sudáfrica, sin embargo, aún me quedaban 1000 km hasta llegar a mi destino: Upington.

-¿Fue difícil tomar la decisión?
Por supuesto que sí. Para empezar se me quitaron las ganas de todo. Ni fútbol, ni playa, me aguó la fiesta. Ya había trabajado fuera de España, pero nunca fuera de Europa. Lo primero es mentalizar a la familia y a uno mismo. Uno quiere trabajar y si aquí no hay trabajo hay que buscarlo fuera, no hay más remedio.

-¿Qué trabajos realizas allí?
Mi empresa está construyendo una planta termosolar de 600 hectáreas, en pleno desierto. Es un proyecto muy importante e innovador para aquellas tierras y necesitan mano de obra cualificada.

-¿Cómo es Upington?
Es un pueblo de unos 75.000 habitantes, en una proporción aproximada de 60% de raza negra y el 40% restante de blancos. Prácticamente no hay edificios altos y la gran mayoría son casas matas y granjas. La principal industria de la zona es la agricultura. Una cosa que me sorprendió bastante es que una de las actividades agrícolas más importante en esta zona del mundo es, al igual que en España, el cultivo de la uva.
En las llanuras que bordean el río Orange, hay grandes extensiones de viñedos que permiten tener magníficos vinos y pasas de buena calidad, que exportan al resto del país. Junto con la agricultura, la ganadería es la otra gran forma de vida de los habitantes de Upington, predominando el ganado vacuno.  Esta ciudad, es la población más cercana a las cataratas de Augrabies, posiblemente la reina de las cataratas de Sudáfrica.

-Has cambiado de cultura y continente. ¿Cómo es tu vida allí?
Aterrizar en el aeropuerto de Upington fue un cambio muy brusco para mí. Primero me encontré con el inconveniente del idioma. Algunos chapurrean el inglés igual que yo, pero la mayoría hablan afrikaans, zulu, botswana y otros dialectos, por lo que entenderme con ellos fue bastante complicado. Actualmente doy clases de inglés para intentar comunicarme con los habitantes, aunque es el idioma que menos hablan. Hay que conducir al estilo inglés, volante en la derecha y coche a la izquierda, y eso también fue una aventura. Y el problema no era sólo cuando estaba allí, ya que cuando ya me había acostumbrado volvía a España por vacaciones y aquí volvía a tener que reaprender.

También hay una gran diferencia en los horarios. Amanece a eso de las 05:00 de la mañana y a las 4.30 h. de la tarde es de noche. El almuerzo es a las 12 de la mañana. Sin embargo, de todo lo que peor llevo es el tiempo. No consigo acostumbrarme al calor, el clima es desértico extremo, muy seco y aunque cada 15 o 20 días llueve torrencialmente durante un par de horas, generalmente hace muchísimo calor. Es más,  es curioso que llueva a cantaros durante dos horas seguidas y a pesar de todo, una hora más tarde todo vuelve a estar igual de seco.

-¿Qué es lo que más te gusta de Upington?          
La hospitalidad de la gente. Realmente es una zona muy pobre, algunas personas no tienen ni para comer. Muchas mañanas los trabajadores llegaban sin haber comido nada desde el día anterior. Pero a pesar de todo, la gente es feliz. Saben sacar lo bueno de la vida y disfrutar de los amigos y la familia. No tienen la necesidad de tener cosas superfluas como en Europa; les es suficiente con poder disfrutar de lo que tienen.
Mi casera me trata como una madre, está siempre pendiente de mí, y me invita a sus barbacoas y fiestas familiares.
La verdad es que son gente muy amable y generosa y la vida diaria es muy tranquila.


-¿Y lo que menos?
Lo que menos me gusta son las altas temperaturas, la desigualdad social entre blancos y negros, y la pobreza que existe.

-¿Qué es lo que más te ha sorprendido?
Lo que más me ha sorprendido es dónde estoy. Es una zona desértica, no hay ni un árbol por ningún lado. También me ha sorprendido mucho la tranquilidad de la gente, no se alteran por nada, viven a otro ritmo.
Hay rancheras, para el trabajo en el campo de la uva. Mucha pobreza, chabolas.
Ahh sí, es muy curioso el tema de la luz, en Ugington compran los watios a medida que se consumen, es como una tarjeta precarga de móvil. También me sorprendió que no haya transporte público.

-¿Qué echas de menos de nuestro pueblo?
Se echa de menos a la familia, los amigos, el poder pasear por las calles de Almogía y cómo no, las fiestas como la Semana Santa.
En cuanto a la comida, echo mucho de menos un platito de gazpachuelo, una sopa del puchero, o cualquier cosa de cuchara. Por aquí la cuchara se utiliza muy poco.

-¿Has podida visitar algo del país?
Tuve la oportunidad de ir a un safari fotográfico al Parque de Kgalagadi. Parque en plena naturaleza de unos 400 km2, entre los países de Sudáfrica, Namibia y Botswana. En él pude ver numerosos animales salvajes: el springbok,  el eland, el ñu, jirafas, leopardos, leones, cebras, zorros, hienas. Hay mucha variedad de aves y reptiles. Me llamó la atención muchos árboles calcinados por los rayos de las tormentas y los esqueletos de los distintos tipos de cabras. También me resultaron curiosas las dunas del desierto.

-Después de todo lo que nos has contado ¿volverías a irte a este u otro lugar?
Sí, por supuesto, yo ya lo viví como hijo de emigrante cuando tenía 4 años. Recuerdo que algunos domingos, mi madre nos vestía a todos con la ropa más nueva que teníamos y bajábamos al Teléfono para hablar con mi padre que estaba trabajando fuera de España. Esto es algo que nunca olvidaré, ya que suponía una gran emoción para todos poder hablar con mi padre aunque solo fuese un ratito y muy de tarde en tarde. Afortunadamente las cosas han cambiado muchísimo y hoy día con Internet podía hablar y ver a mi familia todas las noches. Esto es muy importante ya que no pierdes es contacto en ningún momento y te da fuerzas para seguir. Se puede decir que ahora estamos menos lejos que antes.

-¿Recomendarías a tus allegados que aprovecharan oportunidades fuera de su tierra?
Claro que sí. Muchas veces somos muy cómodos y nos cuesta salir. He ido donde me han ofrecido el trabajo: Cádiz, Cuenca, Córdoba, Madrid, Italia, Sudáfrica. Estar mucho tiempo fuera me ha servido también para valorar mucho más el tiempo que paso con la familia. Ahora cuando estoy en casa hago cosas que nunca habría hecho, como llevar mis niños al colegio.

-Para terminar ¿quieres contarnos algo más?
Bueno, siempre hay cosas que contar, pero me llamó la atención el ver a gente ir a comprar al super descalzos, aquí es algo normal. De hecho cuando jugamos al fútbol, algunos “morenos” juegan descalzos, y le pegan a la pelota más fuerte que yo, es alucinante.
           
Además, me gustaría contar una anécdota que me pasó: coincidí en una obra con dos ingenieros españoles, para resolver unos problemas de cálculo en la cimentación de una torre. Dos días después tomamos el mismo avión desde Upington a Johannesburgo. Ellos iban vía Londres y yo vía París. Pero en la capital de Sudáfrica nos dio tiempo a charlar. Uno era de Sevilla y otro de Asturias, yo les dije que era de un pueblo de Málaga. El asturiano me dijo que vivía en Málaga y que su novia era de un pueblo. Le pregunté de qué pueblo era, y me dijo ALMOGÍA.  Cuando yo escuché esta palabra en el aeropuerto de Johannesburgo sentí un repeluco y me entraron ganas de abrazarlo. A veces, qué pequeño es el mundo.





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lunes, 10 de junio de 2013

25 Razones para subir al Santi Petri

Gracias a aquellos que participaron en la pasada actividad "Ruta al Santi Petri" hoy podemos decir que existen, por lo menos, 25 razones para ir a este precioso paraje.



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